Erótica es un término colectivo de raíces griegas y latinas (nominativo plural deerotikon, εροτικον, y de eroticum y carente por tanto de plural él mismo) con el que se ha designado al conjunto de objetos relacionados de alguna manera (en general representativa) con la pasión amorosa humana, especialmente cuando está enfocada hacia sus aspectos físicos y sensuales. Como sustantivo erótica abarca pues todos los objetos calificados de eróticos. Y resulta que, a lo largo de la historia, eso ha sucedido con las cosas más diversas: chascarrillos, coplas, bailes, poemas, vasijas, estatuas, dibujos, pinturas, medallones, libros, novelas, exvotos, fotografías, películas y casi cualquier cosa imaginable ha podido ser y ha sido incluida en el grupo. El campo abarcado es pues inmenso.
Caracterización
Thomas Rowlandson.
Además es difícil precisar un rasgo que diferencie claramente al adjetivo erótico de los que le flanquean en una escala valorativa continua, que todos usamos cotidianamente y que comprendería, de menor a mayor carga polémica, más o menos los términos
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- travieso–picante–soez–»verde»–erótico–obsceno–pornográfico.
La verdad es que, por su mayor neutralidad y aceptabilidad, erótico suele usarse abarcando todo el rango superior de la serie precedente, como se hará aquí.
Para el periodo histórico comprendido entre los siglos XVI y XX, en Europa y en los Estados Unidos, un buen criterio adicional al de la sensualidad temática es el siguiente: lo perteneciente al ámbito de lo erótico se creó, se transfirió, se disfrutó y se conservó de manera discreta, oculto de las públicas miradas, cuando no fue decididamente clandestino. Mientras que los chistes, las coplas y las sátiras, por subidos de tono que sean, tienen por naturaleza connotaciones de publicidad y están hechos para ser difundidos, aunque tal vez no ante niños o damiselas, los productos claramente eróticos se han tratado siempre de modo mucho más reservado.
Avatares históricos
Naturalmente la antigüedad nos ha legado muchas cosas relacionadas con el amor sensual, muchas erótica, e incluso algunos ejemplos de conflicto entre el artista y los poderes públicos (el caso de Ovidio es bien conocido). Pero aquí consideraremos todo este corpus como un bloque aparte, dotado de una especie de bula que le coloca por encima del bien y del mal, al igual que se hizo tradicionalmente hasta el siglo XVIII (en que empezaron a realizarse mutilaciones, «adaptaciones» y ocultaciones de este legado).
Situémonos en los siglos finales de la Edad Media y los iniciales de la Moderna. Sólo las clases más acomodadas podían permitirse entonces los servicios de pintores, escultores y literatos, cuyas producciones (frescos, estatuas, manuscritos) eran piezas únicas, que quedaban sometidas al control directo de su dueño, cuando no fijadas sobre las propias paredes de sus mansiones. Libros y pinturas eran caros productos de lujo, que se custodiaban celosamente. En lo referente a las obras literarias, la mayoría de la población además no sabía leer.
La modernidad
La situación cambió por primera vez radicalmente con la invención de la imprenta en el siglo XV. Aunque las obras impresas fuesen todavía muy caras y escasas, la posibilidad de hacer múltiples copias modificó por completo el panorama, por lo menos en lo que a las imágenes se refería. De ahí que en el siglo XVI empezasen a surgir los primeros choques entre los «artistas» y las «autoridades» y los primeros intentos de imponer una censura por parte de éstas, como medio de controlar los contenidos que se pretendiese difundir. La preocupación inicial fue de carácter religioso y dogmático, objetivo fundamental de los tribunales de la Inquisición, pero pronto se extendió a temas sociales y políticos. La utilización creciente del erotismo como arma subversiva, de afirmación individual tanto contra la Iglesia como contra el Estado, que alcanzó su punto culminante a finales del siglo XVIII en la Francia prerrevolucionaria, lo colocó así en el punto de mira de las actuaciones policiales y represivas de ambos. Pintores, poetas, novelistas, impresores, libreros y compradores no tuvieron pues otro remedio que actuar «de tapadillo» cuando decidieron internarse por tales territorios peligrosos.
La historia de las continuadas luchas entre unos y otros está llena de detenciones, procesos, multas, encarcelamientos, confiscaciones, destierros y destrucciones de ejemplares. En algún caso las cosas fueron más lejos, aunque afortunadamente fuese más bien la excepción que la regla. Théophile de Viau y Claude Le Petit fueron condenados a morir en la hoguera por haber escrito obras licenciosas en la Francia del siglo XVII. El primero pudo salvar el pellejo poniendo tierra de por medio (aunque terminó siendo preso y murió pronto en la cárcel), pero el segundo fue quemado vivo en 1662.
El plomo se transmuta en oro
La consecuencia más inmediata de tal estado de cosas es que la mayoría de estas obras nacieron ya rodeadas de grandes incertidumbres, que los estudios posteriores no siempre logran disipar. No sólo son casi todas anónimas o se publicaron con seudónimo, tanto en lo que se refiere al autor como, en el caso de los libros, al editor, sino que ni siquiera su lugar y su fecha de publicación son fiables, cuando los indican. Otra consecuencia es la gran mortandad a que han estado sometidas, pues, aparte de hacerse en tiradas escasas, las incursiones policiales, primero, y la actitud temerosa o claramente hostil de los herederos del primer interesado, o incluso el arrepentimiento de éste mismo, después, han hecho desaparecer la totalidad de los ejemplares de muchas de ellas o no han dejado más que unos cuantos de algunas.
A esto se debe que, para el periodo indicado y en Occidente, se hayan convertido en piezas de extraordinaria rareza y muy difíciles de encontrar, por lo que han sido objeto de especial atención por parte de los gremios de anticuarios y de libreros de viejo, que gestionan cuidadosamente las escasas disponibles entre sus clientes coleccionistas especializados, bajo los nombres de «erótica», «curiosa» o «raros y curiosos». Gracias a estos coleccionistas privados y a este modesto tráfico se han salvado infinidad de ellas para una posteridad menos agresiva.
Una lucha inacabable
Cada nuevo avance técnico en los medios de difusión cultural dio nuevo ímpetu a las escaramuzas. Así las sucesivas invenciones de lafotografía, la litografía y las mejoras en los procesos de impresión, el cine, la televisión, los sistemas de grabación de audio y de video, lainformática y, por último, la propia Internet han ido aumentado las facultades comunicativas de la humanidad, la expresividad de los medios y su potencial de difusión, en suma, han ido haciendo realidad progresivamente la universalización de una cultura humana cada vez más poderosa. Todas estas posibilidades se han puesto siempre inmediatamente al servicio de los múltiples intereses humanos, entre ellos los eróticos, y todas ellas han provocado temor por las consecuencias que su implantación pudiera tener, llevado aparejados generalmente procesos serios y duraderos de intervención y censura por parte de las autoridades (por ejemplo en el caso del cine).
Poserótica
A pesar de lo cual, o más bien por ello, las erótica dejaron de estar prohibidas y perseguidas en los países occidentales prácticamente desde los dos últimos decenios del siglo XX. Pero al perder así uno de sus rasgos más característicos han perdido también su razón de ser. Lo que en otros tiempos se persiguió como escandaloso e intolerable resulta en la actualidad omnipresente, no sólo en la literatura, sino en los periódicos, en las películas, en los programas de televisión y en la publicidad. Su contenido resulta así poco o nada sorprendente y no muy interesante, no pudiendo ser objeto ya de atención especial, ni del coleccionismo que las amparó en el pasado.
Grandes autores, obras maestras o hitos representativos
A continuación se enumeran, agrupadas según la naturaleza de los medios expresivos y ordenadas más o menos cronológicamente, algunas obras señeras de la erótica clásica. La lista es incompleta y nada rigurosa. Algunas son obras maestras, otras no están aquí más que por lo que representaron en su época, por el encono con que fueron perseguidas o porque introdujeron alguna novedad en los sobados caminos que la cultura humana lleva transitando desde sus orígenes.
Literatura
Agostino Carracci: Angélica y Medoro.
El carácter desvergonzado y satírico de mucha literatura medieval terminó recogiéndose en cancioneros y antologías. Era un elemento natural de aquella cultura, de carácter popular y de transmisión oral, en el que las autoridades participaban y que considerban inofensivo. Las nuevas necesidades de entretenimiento y la ampliación de la audiencia que se produjeron con el Renacimiento hicieron que poetas y literatos creasen nuevas obras en la misma línea, inicialmente destinadas a sus nobles patrones, pero accesibles también a un público más amplio. En el contexto de la Contrarreforma el extremado carácter licencioso de muchas de ellas originó conflictos con el Papado romano, que durante los siglos siguientes se ampliaron y fueron parte integrante de las tensiones originadas por el nacimiento de la modernidad europea.
Los autores y obras que se enumeran a continuación no son más que los casos más representativos de un conjunto mucho más amplio, que abarca prácticamente a toda la historia de la literatura. Por las razones mencionandas anteriormente, en muchos casos la autoría aquí presentada no es más que la atribución realizada por los estudios posteriores de los especialistas.
- Francisco Delicado: La lozana andaluza (1528). [1]
- Pietro Aretino: Ragionammenti [2]; Sonnetti lussuriosi (siglo XVI).
- Li Yü: Jou pu tuan (La esterilla carnal) (1634).
- Nicolas Chorier: Aloisiae Sigeae toletanae satyra sotadica de arcanis Amoris et Veneris, Aloisia hispanice scripsit, latinitate donavit Joannes Meursius, V. C. (1660).
- Saikaku Ihara: Kooshoku ichidai otoko (Amores de un vividor) (1682).
- John Cleland: Memories of a woman of pleasure (Fanny Hill) (1748)[3].
- Nicolás Fernández de Moratín: Arte de las putas (siglo XVIII).[4]
- Andréa de Nerciat: Le diable au corps; Les Aphrodites (siglo XVIII).
- Conde de Mirabeau: Ma conversion; Hic et haec; Le rideau levé (siglo XVIII).
- Marqués de Sade: Justine; Juliette; La philosophie dans le boudoir (siglo XVIII).
- Pierre Louÿs: Manuel de civilité pour les petites filles à l’usage des maisons d’éducation; Trois filles de leur mère; Les chansons de Bilitis; Pybrac (primer tercio del siglo XX).
- Pauline Reage: Histoire d’O (1954).
- Emmanuelle Arsan: Emmanuelle (1959).
- Henry Miller: Trópico de cáncer,Trópico de capricornio, Sexus, Plexus, Nexus
- D.H. Lawrence: El amante de Lady Chatterly
- Marguerite Duras: El amante, Ojos azules pelo negro
Dibujo y pintura
Thomas Rowlandson: El concierto.
Female Bathers No. 4.
Mientras las escenas con desnudos que demandaban a los pintores italianos del Renacimiento sus patrones cardenalicios o papales (como los frescos pintados por Rafael en el baño del cardenal Bibbiena) y los reyes y nobles de las cortes europeas (incluido el muy austero Felipe II) estuvieron arropadas por el pretexto mitológico y destinadas a decorar sus salones o dormitorios no hubo ningún problema; todo quedaba en casa. Pero cuandoMarcantonio Raimondi realizó e imprimió en 1524 una serie de dieciséis grabados obscenos, que empezaron a distribuirse entre un grupo más amplio, el Papa Clemente VII hizo todo lo posible por suprimirlos.
Prácticamente todos los pintores que han pasado a engrosar la historia del arte, y muchísimos de los que no lo hicieron, tuvieron que plasmar escenas eróticas, probablemente más por demanda de sus clientes que por propio gusto. Esta faceta de su producción suele ser omitida por completo cuando las historias del arte comentan su obra, de la que generalmente no representa más que una pequeña parte. He aquí unos cuantos casos destacados.
- Giulio Romano-Marcantonio Raimondi (siglo XVI).
- Agostino Carracci (siglo XVI).
- Tiziano (siglo XVI).
- Rembrandt (siglo XVII).
- Ukiyo-e, Shunga (siglo XVII-XVIII).
- François Boucher (siglo XVIII).
- Thomas Rowlandson (siglo XIX).
- Achille Devéria (siglo XIX).
- Henri Fuseli (siglo XIX).
- Peter Fendi (siglo XIX).
- Félicien Rops (siglo XIX).
- Henri de Toulouse-Lautrec (siglo XIX).
- Gustave Courbet: L’origin du monde.
- Mariano Fortuny: Estudio de vulva (1872).
- Mihaily von Zichy (siglo XIX).
- Tarjetas postales (primera mitad del siglo XX).
- Egon Schiele (siglo XX).
- George Grosz (siglo XX).
- Pablo Picasso (siglo XX).
- Hans Bellmer (siglo XX).
Escultura
Algunas de las piezas más notables de este bloque son en realidad romanas, pero se recuperaron en las excavaciones de Pompeya a partir del siglo XVIII. Walter Kendrik ha estudiado los problemas que plantearon y la decisiva influencia que tuvieron en la conceptualización contemporánea de lo erótico y lo pornográfico.
- Museo arqueológico nacional de Nápoles: Pan y una cabra (Herculano) y Venus calipigia.
- Bajorrelieves en templos, monumentos y casas particulares.
- Vasijas, huacos, exvotos y amuletos.
- Joyería: medallones, relojes, esmaltes.
Fotografía
El proceso fotográfico como algo realmente practicable se dio a conocer al mundo en 1835 porLouis Daguerre. Su éxito fue fulminante, a pesar de las limitaciones técnicas y de los problemas que subsistieron durante mucho tiempo. E inmediatamente se aplicó, por supuesto, a temas eróticos. Baste como muestra curiosa el hecho de que en 1874, apenas cuarenta años después de ese momento, la policía cayó sobre el estudio fotográfico londinense de Henry Hayler, en el que se incautaron y destruyeron nada menos que 130.248 fotografías y 5000 transparencias obscenas (Marcus: 67).
Su mayor medio de difusión fueron las tarjetas postalesfrancesas, enviadas naturalmente dentro de un sobre por los turistas o presentadas como prueba y trofeo al regreso del viaje.
- Tarjetas postales (primera mitad del siglo XX).
- Lewis Carroll
- Pierre Louÿs
- Man Ray
- Edward Weston
- Helmut Newton
- Robert Mapplethorpe
- Nobuyoshi Araki
Cine
Los temores que ya había suscitado la fotografía como medio de expresión del erotismo por su aparente y extremado «realismo» se vieron naturalmente acrecentados al inventarse el cinematógrafo y al comprobarse su rápida popularización. Las adiciones posteriores (sonido, color) no hicieron más que reforzar su efecto hipnótico sobre el público. Los mecanismos de censura que ya se encontraban en funcionamiento para libros e imágenes lo acogieron inmediatamente en su seno, de modo que en todos los países se establecieron rigurosos sistemas de censura cinematrográfica, que duraron hasta el último tercio del siglo XX, repitiéndose la historia de las prohibiciones, los secuestros y las amputaciones de obras, así como de procesos y multas a autores y distribuidores. Naturalmente en aquellos primeros tiempos también se realizaron películas eróticas clandestinas, algunas de las cuales han sobrevivido hasta nuestros días y pueden adquirirse con libertad actualmente.
Las que siguen son algunas de las películas comerciales más representativas de la etapa final, en la que se produjo el inicialmente lento proceso de la mostración de la desnudez y el erotismo humanos en la pantalla.
- Jean Genet: Chant d’amour (1953).
- Federico Fellini: La dolce vita (1960).
- Michelangelo Antonioni: Blow Up (1966).
- Vilgot Sjöman: I am curious (yellow) (1967).
- Pier Paolo Pasolini: El decamerón (1971).
- John Schlesinger: Sunday, bloody sunday (1971).
- Bernardo Bertolucci: El último tango en París (1972).
- Gerard Damiano: Deep throat (1973).
- Just Jaeckin: Emmanuelle (1974)
Historieta
Música y sonido
Sin duda han sido muchísimas las obras musicales que han dado expresión al amor humano y quizá ningún otro arte pueda reproducir como la música la profundidad del sentimiento amoroso (piénsese por ejemplo en Wagner), pero en cambio sus posibilidades de representación física de los amantes son muy escasas, por lo que apenas hay nada que reseñar en este apartado hasta la invención del fonógrafo y otros medios de registro sonoro (lo que permite reproducir murmullos y jadeos). El musicólogo español Miguel Álvarez-Fernández ha estudiado la relación entre sonido y sexualidad desde el punto de vista de la Estética Musical. El erotismo de las canciones goliárdicas o de las de taberna, cabaret o escenario descansa exclusivamente sobre su letra o sobre la mímica de los actores.
- Birkin, J. y Gainsborough, S.: Je t’aime, moi non plus (1969).
- Pistas sonoras de películas
- Teléfono erótico